EL DRAMA DEL SINHOGARISMO, ACTUACIÓN EN BENEFICIO DE LA FUNDACIÓN STOP SAN FILIPPO
Están delante de nosotros, a la vuelta de la esquina. Pero nos incomoda verles. No pasan desapercibidas pero sí son ignoradas. Las personas sin hogar son uno de los colectivos más excluidos, el último escalafón de esta sociedad tan desarrollada. Pensamos que no es nuestro problema, que se lo habrán buscado, que es el Estado el que se tiene que responsabilizar y al mismo tiempo criticamos que se les destinen ayudas.
La actriz aficionada Mari Caballero, de 80 años, da vida y voz a una de estas personas y a todas y cada una de ellas. Con el texto de la obra ‘Lapislázuli’, del gran dramaturgo español José Luis Alonso de Santos, ambos de la misma edad, interpreta a Paulina, una mujer cuya mayor preocupación es conservar sus cartones, casi lo único que le queda en la vida después de perder hasta lo más valioso, la dignidad. Tan sola que habla consigo misma, con su otro yo o con alguien imaginario.
En el cartel le acompañan María Reina, como presentadora, que interpretará su monólogo 'El siglo pasadp', además de Leticia Payno, con 'El coraje de Gloria', y 'Buenos días señor doctor', también de Alonso de Santos, con Luis y Alejandro Ruiz, y Mari Caballero, que hace doblete.
La actuación tendrá lugar el próximo 10 de agosto en la asociación Aires de Cádiz, en las Bóvedas de Santa Elena de las murallas de Puerta Tierra y será en benefico de la Fundación Stop San Filippo, una enfermedad rara que afecta a 70 niños en España (info@stopsanfilippo.org - 610893873).
El Síndrome de Sanfilippo es una enfermedad hereditaria, se produce por un fallo genético que afecta al funcionamiento de las enzimas encargadas de descomponer las sustancias que el cuerpo no necesita. Las consecuencias de este fallo enzimático se centran en un deterioro mental que suele culminar con una muerte prematura en la adolescencia.
Al final de la representación todos aplaudimos y quizá nos sintamos interpelados por el papel de denuncia social. Y ojalá alguien entre el público, al salir del teatro y se encuentre a una de esas Paulinas, le mire a los ojos, y no hace falta ni que le dé una moneda mirando al suelo, quizá baste con un “¿cómo se encuentra usted, necesita algo?”. Quizá un café y cinco minutos de compañía le alegre mucho más de lo que nos pensamos. El Estado se responsabiliza lo justo, pero hay ONG que se encargan de hacer lo posible por devolverles un poco de dignidad, derechos y algo de calor humano. Y el teatro en su función más noble, la de mover conciencias.
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